jueves, 23 de julio de 2009

SEXO GRATIS

Tras cuatro meses sin pasar ni siquiera a mirar esto, vuelvo a escribir algo. Tranquilos, no voy a hablar sobre cómo conseguir sexo gratis. El título sólo era para captar vuestra atención.

La verdad, no tengo de qué hablar y, evidentemente, me da una tremenda pereza, pero me ha parecido un poco absurdo tener un blog para no escribir. Así que voy a hacer... no sé, un análisis de la gente que se encuentra uno en el tren, por ejemplo. Yo me he encontrado de todo... es lo que tiene pasar más de una hora al día en el tren.

Uno de los habitantes más graciosos y mayoritarios del tren es el dormido, cada cual con una forma más curiosa de babear. Suele haber entre tres y diez dormidos en un vagón de tren, dependiendo de la hora del día (entre las 20 y las 22 es su hora). Éstos pueden adoptar las posturas más diversas: desde el típico individuo apoyado con el codo al que se le cae la cabeza cada dos por tres, hasta las elásticas formas que toman de algunos, inimaginables siquiera por los dibujantes del Kamasutra. Una de dos: o son gimnastas de primera (la mayoría no lo aparenta) o, tras una hora de viaje, necesitan una sesión doble de masajes para desanudar el cuerpo.

Otro habitual de los vagones es el cotilla, siempre atento a lo que lee el de al lado. Algunos tienen una habilidad especial para hacerlo, y consiguen disimularlo de alguna manera; otros, lo hacen de las formas más descaradas. No es difícil comprobar que cuanto más dinámico sea lo que tiene uno entre las manos, más atención presta el compañero. Llevar al tren una PSP o una Nintendo DS garantiza no sólo tu distracción, sino también la del de al lado. Lo mismo ocurre con la FHM (entre el público masculino).

Además de éstos dos, el tren es un punto de reunión de los típicos pesados de la música. Siempre con el móvil en mano y el altavoz puesto para deleite de los que le rodean, se puede escuchar desde el gitano con Camela hasta el cholo con su house. La variedad de la música es tanta como tipos de música existen, aunque los dos anteriores son los ejemplos más típicos. No es difícil tampoco encontrarse con algún irritante grupo de niñas escuchando canciones de High School Musical o Jonas Brothers.

A parte de tres especímenes básicos en el ecosistema ferroviario, es posible encontrar a otros habitantes minoritarios, aunque no por ello menos interesantes. Uno de ellos es el típico borracho. Habitual entre las primeras y las últimas horas del día, los hay de todos los colores. Desde el inocente borracho que vuelve de fiesta cuando un servidor va a trabajar, hasta el drogadicto acabado, presente a cualquier hora del día, blanco perfecto para los reporteros de Callejeros.

También existe la gente que come en el tren. No me importa que la gente coma en el tren. Pero, por favor, no te comas un puto bocata de cangrejo.

Seguro que me dejo gente, pero estos especímenes me parecen los más destacables. A nivel individual es imposible definir la variedad de personajillos que se cruza uno en el tren, pero si hay alguno que a mí me marcó fue el chino potador. Iba yo tan tranquilo sentado en el tren cuando, de repente, un chinito se levantó de sopetón de su asiento. El tren iba lleno. Se dirigió a las puertas del tren y ahí mismo empezó a hacer unos ruidos raros. De repente, se agachó e hizo el amago de vomitar, aunque no salía nada. Finalmente, logró expulsar lo que parecía… ¿agua? No sé, la cuestión es que el tipo, como si nada hubiese pasado, volvió tan tranquilo a su asiento. Quizás en su país eso es normal, pero aquí no. Lo más gracioso fue la cara del revisor que el chinito tenía a su lado mientras intentaba potar.

Bueno, con esto termino, nos vemos dentro de… ¿quién sabe? Yo, por supuesto, no.